Resulta más difícil de lo que esperaba elaborar una serie ordenada con el fin de expresar el mecanismo total que se circunscribe en realizar una apuesta. Partamos de la base indiscutible de que apostar con cierta seriedad no consiste simplemente en poner una cantidad de dinero esperando tener suerte.
Este factor, la suerte, está presente en este campo en la misma medida que en cualquier otro de lo cotidiano, pero nunca debe ser decisivo. Más bien al contrario, parte de nuestras decisiones deben intentar corregir la incidencia de la fortuna, protegiéndonos contra ella.
Los científicos confieren parte del éxito de la vida a una serie de coincidencias que, encadenadas, acabaron desembocando en que la Tierra sea un planeta habitado y habitable. Sin embargo, todas esas incidencias se movieron de acuerdo a las leyes de la física y de la química que se expresan en el lenguaje universal de las matemáticas. Esta ciencia es quizá la única inmutable y nuestra gran ayuda, ya sea en cuanto a cálculo de probabilidades o como medio para referir procesos.
No desvariemos en exceso, el resumen de lo que pretendía expresar es:
– Apostar no es un hecho de la fortuna, es algo voluntario y, por lo tanto, controlable en muchos de sus aspectos;
– Muchas decisiones que tomamos a diario se rigen por las matemáticas. Apostar también;
– Debemos protegernos contra el riesgo, siendo éste una expresión de las variables que no podemos controlar (clima, lesiones, sanciones, bajones de estado de forma inesperados,…);
– Apostar es un hecho racional pero también emocional: debe producirnos satisfacción más allá de su resultado final.
Continuará…
