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Ganó Alemania, lo bueno y lo malo

Ganó el anfitrión su torneo, algo tampoco demasiado frecuente aunque se piense lo contrario, entre otras razones porque pesó demasiado este papel y porque el equipo no estaba tan cojo como parecía. Sólo Alemania, aparte de otro puñado de países, Estados Unidos, Italia o Inglaterra me vienen a la cabeza, es capaz de aprovechar estas «ventajas competitivas» que, yendo más allá de lo deportivo, le acaban dando opciones de vencer y también tiene la capacidad para ganar en el momento final.

El actual campeón del mundo no ha tenido un camino tan plácido como pudiera parecer, fue derrotado sorprendentemente y sufrió lesiones antes de empezar la competición, pero acabó vencedor porque impuso su estilo dentro y fuera del campo. Hace falta ser muy buen árbitro, muy valiente y haber experimentado las adversidades dentro de un campo y no sólo en los despachos federativos, para arbitrar a Alemania en este Mundial, perfecto de organización, sensacional en cuanto a público y espectacular respecto a lo económico.

Los germanos lo han hecho todo bien y, por lo tanto, todo debía salir como estaba previsto. Al fin y al cabo, en este país es donde más dinero se invierte en este deporte. Pero por muchos fondos que se hayan generado, los réditos no se verán puesto que mientras se tenga la sensación, cierta en su mayor parte, de que el resultado final va a depender de las decisiones arbitrales, el tufillo corrupto no se evaporará. Y a nadie le gustan los lugares que huelen mal.

Cuando el baloncesto europeo se desembarazó del favoritismo griego, otorgándoles injustamente un Campeonato de Europa por el camino, es cuando empezó a crecer de verdad. El balonmano aún no está maduro para eso. Me temo.

Enlace: Mundial de Balonmano.

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